La evaluación formativa en la relación tutora: una propuesta alternativa para mejorar la educación
¿Recuerdas alguna experiencia en la que te involucraste tanto que perdiste noción del tiempo? ¿Un momento donde enfrentaste un desafío exigente y, al superarlo, experimentaste una profunda satisfacción? Estas son las características de lo que la psicología llama "estado de flujo" o experiencia óptima.
La tesis central de este artículo es contundente: la metodología de la relación de tutoría académica implementa una evaluación formativa simple pero de alto impacto que permite a los estudiantes entrar en estado de flujo y alcanzar aprendizajes profundos.
El flow: una experiencia de plenitud
El psicólogo Mihaly Csikszentmihalyi (2012), junto a su equipo de la Universidad de Chicago, realizó un hallazgo transformador en su búsqueda por comprender la felicidad: las personas no anhelamos la felicidad como destino, sino las experiencias óptimas como camino. La felicidad no es un fin en sí mismo, sino el fruto natural de vivir en estados de plenitud máxima.
Csikszentmihalyi define las experiencias óptimas como "una sensación de que las propias habilidades son adecuadas para enfrentarse con los desafíos que se nos presentan, una actividad dirigida hacia una meta y regulada por normas que, además, nos ofrece pistas claras para saber si lo estamos haciendo bien. La concentración es tan intensa que no se puede prestar atención a pensar en cosas irrelevantes" (2012, p. 115).
Durante estas experiencias, la conciencia de sí mismo desaparece y el sentido del tiempo se distorsiona. El nivel de gozo es tal que las personas desean realizarla por sí misma, preocupándose poco por recompensas externas, incluso cuando la actividad es difícil o peligrosa. Como afirmaba Cicerón: define el fin y todo se ordena.
Este estado de flujo que describe Csikszentmihalyi es precisamente el que se vive cuando se aprende en profundidad. Por tanto, debería ser el norte hacia el cual dirigimos todos nuestros esfuerzos en educación.
Para que ocurra un estado de flujo se requieren tres elementos fundamentales: un desafío apropiado, una habilidad desarrollada y retroalimentación continua. Toda experiencia educativa de calidad debe integrar estos componentes, desafiando nuestras habilidades actuales dentro de reglas de juego claras. Esta conceptualización está en completa consonancia con la zona de desarrollo próximo planteada por Vigotsky (1999).
La evaluación formativa: la clave del aprendizaje
La evaluación formativa responde a una pregunta crucial: "¿Qué tan bien estoy haciéndolo?" Para responderla efectivamente, es necesario conocer con precisión las habilidades actuales de la persona y así poder desafiarla hacia el siguiente nivel. Este equilibrio entre habilidades y desafío es determinante para el aprendizaje.
Como muestra la figura 1, cuando la habilidad es baja y el desafío alto, la persona entra en estado de ansiedad y angustia, bloqueando el aprendizaje. Lo mismo ocurre cuando la habilidad es alta y el desafío bajo: se produce aburrimiento. El buen docente guía al estudiante hacia el "canal de flujo", donde el nivel de habilidad es adecuado para enfrentar el desafío propuesto.
Figura 1. La complejidad de la conciencia se incrementa como resultado de las experiencias de flujo (Tomado de Csikszentmihalyi, 2012).
Para lograr este enganche con las experiencias de aprendizaje, el docente debe conocer finamente el estado de las habilidades del estudiante (evaluación diagnóstica) y ofrecer retroalimentación relevante en tiempo real, justo cuando el estudiante la necesita. Solo así se produce aprendizaje genuino, evitando caer en las zonas de aburrimiento o ansiedad.
El desafío sistémico es evidente: un docente con 35 a 40 estudiantes no puede lograrlo, por más esfuerzo que invierta o pruebas que corrija. Es imposible ofrecer retroalimentación en el instante preciso en que cada estudiante la necesita.
Esta es una de las razones por las que los videojuegos resultan tan atractivos. Presentan desafíos graduados, permitiendo que el jugador desarrolle sus habilidades progresivamente, y ofrecen lo que la educación tradicional no logra: retroalimentación inmediata. El jugador se "engancha" con desafíos cada vez más complejos porque el videojuego satisface la necesidad natural de las personas de dominar habilidades y desafiarse. Lamentablemente, la mayoría de videojuegos no están diseñados para desarrollar las competencias del siglo XXI: creatividad, carácter, comunicación, pensamiento crítico, ciudadanía y trabajo colaborativo.
La relación tutora: evaluación formativa en acción
La relación de tutoría académica es una metodología que permite vivir estados de flujo en el desarrollo de habilidades académicas. Se define como el proceso de acompañamiento personal en el que una persona que domina un tema específico acompaña a otra que desea aprenderlo.
Esta definición integra tres elementos clave: la relación personal (idealmente uno a uno, respondiendo a la necesidad de vínculos genuinos que tienen los estudiantes hoy más que nunca), el dominio comprobado de una temática y la libertad de aprender. Es una estrategia de simplejidad (Kluger, 2008): dos principios simples que impactan en desafíos complejos.
El proceso: libertad, diálogo y acompañamiento
El primer momento es la libertad de elección. El tutor (estudiante o docente) que domina diversos temas, organizados en su catálogo personal, los ofrece al tutorado para que elija libremente el que más le interese. Luego inicia una conversación sobre el nivel de dominio de esa habilidad (evaluación diagnóstica), escuchando, tomando nota y dialogando. Tras esta introducción, presenta el desafío y permite que el tutorado lo resuelva de manera autónoma.
Richard Elmore (2016), investigador de la Universidad de Harvard, ha identificado que la clave está en "la mirada": la mirada atenta y respetuosa del tutor hacia el tutorado. El tutor observa el rostro del tutorado, interpretando sus procesos mentales, sus dificultades y aciertos para ofrecer ayuda y retroalimentación oportuna, sin entregar la respuesta al desafío. Como expresaron las estudiantes del colegio Vicente de Dios en Tepic, México, el tutor va ofreciendo "andamios" al tutorado (ver entrevistas en el video).
[Insertar video: https://youtu.be/D-4YZstYNH0]
La retroalimentación busca proporcionar andamios para que el estudiante desarrolle autónomamente sus propias estrategias mentales y logre el dominio de la habilidad.
En mi experiencia tutoriando a docentes de primaria y secundaria, ha sido fundamental estar atento al proceso interno de la persona y salir al encuentro de sus necesidades cuando ya no puede avanzar sola. Una herramienta valiosa es el "registro de la tutoría": un cuaderno donde se anotan reflexiones y aprendizajes sobre los procesos y dificultades del tutorado, permitiendo mejorar el acompañamiento y ayudar mejor a otros en el futuro.
La simplicidad del método permite que sea implementado por estudiantes de primaria y secundaria, llegando a un punto donde todos los estudiantes tutorían a otros en temas de alta complejidad académica.
Los dos principios no negociables son: el aprendizaje se da en una relación personal (vínculo) y el que enseña domina el tema y el otro quiere aprenderlo. Estos principios, si bien propios de este modelo, pueden extrapolarse a toda acción pedagógica.
Una pedagogía que transforma sistemas
Las respuestas de las tres estudiantes en el video son simples pero reveladoras: "En el aula me aburría y me enfadaba", "Elijo dónde aprender, puesto que la mayoría se cansa de estar en el aula" y "Aprendo lo que yo quiero". Al momento de la entrevista, su colegio tenía apenas dos meses implementando esta reforma pedagógica, la cual abarcaba la totalidad de escuelas secundarias del estado: cerca de 556 instituciones.
Esta experiencia ofrece esperanza concreta para el cambio sistémico. Estas 556 escuelas secundarias demuestran que el cambio a gran escala es posible: un cambio basado en una pedagogía dialógica y centrada en el estudiante en la práctica, no solo en el discurso como ocurre en la mayoría de países.
El mensaje es claro: el cambio es viable si simplificamos radicalmente la pedagogía y todos sus dispositivos, incluidos el currículo y su andamiaje técnico-normativo. La simplicidad es más poderosa de lo que imaginamos.
Ahora corresponde a los líderes educativos explorar pedagogías como esta: simples, potentes, que empoderen e involucren la mente, el corazón y las acciones de los docentes. El camino hacia una educación transformadora no requiere mayor complejidad, sino mayor claridad en los principios que verdaderamente importan.
Referencias
Csikszentmihalyi, M. (2012). Fluir: Una psicología de la felicidad. Editorial Kairós.
Elmore, R. (2016). Reflexiones sobre la contribución de la Tutoría al futuro del aprendizaje.
Kluger, J. (2008). Simplexity: Why Simple Things Become Complex (and How Complex Things Can Be Made Simple). Hachette UK.
Vygotski, L. S. (1999). Pensamiento y lenguaje: teoría del desarrollo cultural de las funciones psíquicas. Fausto.
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